Quienes pensaban que su sed de aventura estaba satisfecha con la travesía, se equivocaron. Un año después zarpó con su mujer hacia las Islas Marquesas, pero su embarcación chocó con otra en Palmas de Mallorca, donde debió permanecer un tiempo a causa del juicio por el accidente. En el intertanto fue nombrado por el Mariscal Pétain como Cónsul en Honolulu. Por razones no del todo aclaradas, después del ataque japonés a Pearl Harbor, Estados Unidos anuló nombramiento.
En 1947, el mismo año que Thor Heyerdhal cruzó el Pacífico desde Perú a la polinesia intentando demostrar que la colonización de estos archipiélagos comenzó a partir de los viajes de navegantes sudamericanos, de Bisschop abandonó Honolulu para embarcarse como marino mercante. Durante ocho años navegó por aguas polinésicas, desempeñando distintas funciones y madurando su proyecto máximo. Eric de Bisschop sostenía lo contrario que Heyerdhal. Afirmaba que navegantes de los archipiélagos habían llegado a las costas de Sudamérica y estaba dispuesto a demostrarlo.
Para concretar su teoría, en 1956 construyó una balsa conforme a los sistemas primitivos que se utilizaban en la polinesia. Tramos de bambú atado con sogas fabricadas a partir de fibras de coco y unidos con tarugos de madera, sin clavos metálicos y sin ninguno de los elementos que la modernidad de la época ponía a su disposición para conseguir una travesía más segura. Por supuesto, la travesía debía realizarse, a vela, con el viento y las corrientes como únicos motores. En la aventura lo acompañaron cuatro tripulantes: Francis Cowan, los hermanos Alain y Michel Brun y el chileno Juan Bugueño. La navegación se inició sin contratiempos el 8 de Noviembre de ese año.
Seis meses después y cuando estaban cerca de Juan Fernández, los nautas, acongojados, concluyeron que seguir en las condiciones en las que se encontraba la nave era suicida y pidieron socorro. Los rescató la Baquedano, de la Armada de Chile, que intentó arrastrar la balsa para ser reparada, pero la frágil embarcación no resistió y terminó desarmándose.

Los duros aventureros, que venían de soportar las más adversas condiciones climáticas, que convivieron durante todo ese tiempo en un espacio reducido, contemplando solo mar las veinticuatro horas del día, sin otra compañía que ellos mismos y que al final a duras penas se toleraban, lloraron como niños la pérdida de su embarcación.

Como compensación, en Valparaíso tuvieron una recepción de héroes. En la imagen, Eric de Bisschop en la ceremonia de agradecimiento a la Armada Chilena luego del rescate de su balsa en las cercanías de la Isla Juan Fernández, hoy Robinson Crusoe.