Con lentos y pesados golpes de remo, se fue alejando del barco. Oficiales y marineros lo vieron desaparecer allá, en el plácido mar, envuelto en las sombras de la noche. En el cielo, como una hoz, brillaba la luna.

No había tenido que esforzarse mucho, cuando de repente el morro horrible del colombre emergió junto a la barca.

"Aquí me tienes finalmente" - dijo Stefano-."¡Solos tú y yo!" - Y haciendo acopio de las energías que le quedaban levantó el arpón como para intentar asestarle un golpe.

"¡Ah!" - gemió con voz suplicante el colombre -"¡Qué largo camino para encontrarte! Yo también estoy derrotado por la fatiga. ¡Cuánto me has hecho nadar... y tú huías, huías... y no has comprendido nunca nada!"

"¿A qué te refieres?" - dijo Stefano, aún con un hálito de vida.

"Pues que no te he perseguido por el mundo para devorarte como pensabas. Del rey del mar sólo tenía el encargo de hacerte entrega de esto."

Y entonces el escualo sacó fuera la lengua, ofreciéndole al viejo capitán una pequeña esfera fosforescente. Stefano la tomó entre los dedos y la contempló. Era una perla de dimensiones desproporcionadas. Y reconoció que era la famosa Perla del Mar que da, a
quien la posee, fortuna, poder, amor y paz espiritual. Sin embargo, ahora ya era demasiado tarde.

"¡Ay de mí!" - dijo moviendo la cabeza tristemente". - "¿Cómo he podido equivocarme de esta forma? He conseguido condenar mi existencia además de arruinar la tuya."

"Adiós, pobre hombre" -respondió el colombre, y se sumergió en las negras aguas para siempre.

Dos meses después, empujado por la resaca del oleaje, una barquita encalló en un rocoso arrecife. Fue avistada por algunos pescadores que se acercaron intrigados. En la barquita, todavía sentado, quedaba un blanco esqueleto. En la osamenta de sus dedos
apretaba una pequeña piedra redonda...

 
N.de Redacción : El colombre es un pez de grandes dimensiones, desagradable a la vista, poco común. En opinión de los marineros, y de las gentes que habitan las costas, también se le llama kolomber, kahloubrha, kalonga, kalu-balu, chalung-gra. Los naturalistas extrañamente lo desconocen. Incluso hay quien sostiene que no existe.