El panorama mundial de estos ultimos meses vino cargado de tragedias climáticas y desastres naturales. Los efectos del calentamiento global son ya innegables en causa y efecto, sin que la humanidad en su conjunto perciba realmente el riesgo en que se encuentra la vida sobre el planeta.
Miles de incendios en la región amazónica de Brasil, Bolivia, Perú y Paraguay han cubierto de humo latitudes impensables. Terribles sequías se abaten también sobre regiones de Europa causando incendios en varios países.
Los deshielos en el Artico son de tal magnitud que causan tsunamis en los fiordos y evidencian la velocidad en que se derrite el casquete polar. A su vez, los ríos de la cuenca amazónica han disminuído su caudal en forma dramática y, en algunos casos, han sido reemplazados por arenales estériles. Vegetación y animales se ven acorralados entre sequía e incendios con la consiguiente y profunda alteración del esquema ecológico de todo el continente. Si faltaban pruebas de esta situación, tómense dos minutos para ver este video que acabamos de subir a YouTube.
A fuer de redundante, por lo ya dicho en editoriales anteriores, vuelvo a la imagen de los músicos del Titanic. La terrible diferencia es que, mientras destruimos la tierra, nos ocupamos en guerras fratricidas, genocidios, eliminación de especies de fauna y flora, un apetito económico que no se detiene aún a riesgo de destruirse a si mismo en este esquema de capitalismo salvaje que nos conduce al exterminio, pero los seres humanos seguimos bailando al son del consumo y el egoísmo hacia nuestros semejantes.
Quedan apenas segundos para reaccionar, pero parece que tenemos cosas mas importantes que hacer. Matarnos entre nosotros, agotar los suelos para ganar unos dólares mas, contaminar el agua con agroquímicos, exterminar insectos con pesticidas y matar a nuestros semejantes de manera cada vez mas sofisticada y maquiavélica.